Bullets of Redemption
Capítulo 3
Estoy tirado en el suelo soñando a los pies de mi cama,
sentado. Vuelvo a estar en el hospital, el sueño trascurre diferente, mi madre
tiene la cara sumida en la oscuridad, no consigo ver su rostro. Estoy inmóvil
en la cama y una fuerte ansiedad ataca mi pecho, lloro y respiro atacadamente.
Las uñas de mi madre son negras, largas y afiladas, bajan por mi mejilla
hundiéndose en mi carne. Como si de lágrimas se tratase las gotas de sangre
bajan desde mi mejilla hacia el lado, llegan a mi nariz. Sigue bajando,
rasgando mi piel, noto cómo se clava su uña en mis encías. Agarra mi cara y sus
ojos se iluminan, únicamente sus ojos, de un color rojo amenazante, abre mi
boca apretando e introduce su dedo en mi boca, rajando mi lengua, como si la
estuviese partiendo. El dolor era insoportable hasta para mí, hacía incisiones
en mi boca, por todos y cada uno de los milímetros de ésta. La sangre inundaba
mi garganta. Despierto sudando en el suelo, tengo la camiseta acartonada por el
vómito y estoy sudando, me siento indefenso, desprotegido y siento frío.
Enciendo un cigarrillo de uno de los tantos paquetes de mi cajón, lo sujeto
entre mis manos temblorosas y me quito la camiseta, me desnudo y me levanto. El
humo me molesta como agujas en la boca, limpio lo que parecen babas de mi boca
y cuando giro la cabeza para salir del cuarto veo mi imagen en el espejo del armario.
Me llevo las manos a la cara, me acerco incrédulo y me observo anonadado. Ya,
ya está, tenía un moco. No, es coña, tengo la cara rajada de arriba hacia abajo
por mi mejilla, sangre seca por mi cara, abro la boca y tengo la lengua con
cortes, no demasiado profundos. Escupo en el suelo desde la garganta y cuelga
por mi barbilla un gran chorro de sangre, limpio los restos con la mano y quito
el pestillo de la puerta. No hay nadie despierto a estas horas, mi padre se fue
a trabajar de madrugada y mi madre está en la cama durmiendo. Abro la nevera y
me siento en el suelo. Observo, solo miro, nada más. Durante mi estancia fuera
de mi cabeza, embelesado mirando la luz del frigorífico, un rayo de dolor
atraviesa mi cabeza comenzando por mi ojo y acabando en mi recién estrenada
cicatriz. Vuelvo a mi estado de nirvana, no siento nada, no estoy en mi
interior, no soy yo y durante unas horas no soy capaz de domar mi cuerpo. Una
falta de aire me hace sobresaltarme tragando aire como si fuese mi último
aliento. Estoy en la habitación de mis padres, llevo un bote de nata frío en mi
mano izquierda y un cuchillo ensangrentado en la derecha. El sol no ha salido
aún y la luz de una farola se inmiscuye por los agujeros de la persiana
iluminando el cuerpo inerte de mi madre. ¿Estará muerta? Puede ser. Enciendo la
luz y miro detenidamente la escena: llego en los últimos segundos, por lo
visto… Su cara está llena de sangre que brota de su mejilla derecha, aún
parpadea y durante un espasmo desprende de su boca a borbotones sangre, sangre
y más sangre. ¿Lo habré hecho yo? Y qué si lo he hecho yo, al fin y al cabo
ella lo hizo ayer conmigo. Dejo caer el cuchillo que sin querer me corta en el
pie. No le doy importancia, al fin y al cabo solo es sangre. Me acerco y me
siento a su lado, paso mi mano por su frente, pongo mi dedo en su boca y le
susurro: Duérmete. Salta una lágrima de sus ojos y yo sonrío. El mismo rayo de
antes atraviesa mi ojo esta vez más fuerte que antes. Echo nata montada sobre
sus ojos abiertos y salgo del cuarto para prepararme la mochila, hoy hay
instituto y tengo exámenes. Joder, estoy en 2º de Bachillerato, tengo muchas
cosas que hacer…